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Por Jesús Michel Narváez
Durante este año, las voces se han multiplicado y elevado para demandar un cambio de estrategia en la guerra contra el crimen organizado.
Quizá la muerte de civiles, adultos y menores; de estudiantes, de mujeres, haya influido en el ánimo de los mexicanos para desaprobar las acciones comandadas por el presidente Calderón.
Es la primera ocasión en que esta empresa recibe opiniones en contra y las da a conocer de inmediato. Ello evidencia, aunque no se admita, que la percepción, para utilizar el vocablo del sexenio, de los resultados es negativa.
Hace dos semanas, el presidente Calderón confesó que estaría dispuesto a buscar nuevas estrategias -¿acaso las ha habido?- para que la violencia y los enfrentamientos se reduzcan y la criminalidad sea vencida.
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El secretario de gobernación Francisco Blake Mora, apuntala la opinión presidencial pero al mismo tiempo hace el llamado de enfrentar al crimen organizado con todos sus costos… políticos… humanos…
Desde el inicio del gobierno de Felipe Calderón, la frase hecha fue: con toda la fuerza del Estado.
Y ha quedado demostrado que el músculo del Estado no es del todo fuerte… parecería desgarrado.
Hoy, cuando la sociedad opina y siente que la estrategia está equivocada, es tiempo de revisar, ciertamente, si se gana o pierde la guerra iniciada en diciembre del 2006.
Porque no se trata de porfiar en el mismo sentido.
Claro, todos hablamos de cambiar la estrategia pero supongo que nadie tenemos la fórmula adecuada para implementarla.
Sin embargo, los resultados deberían ser evaluados más allá de los costos políticos y entender que la violencia no puede, no debe convertirse en parte cotidiana de nuestras vidas.
Terminar con el narco, es imposible… controlarlo, es probable.
¿Por qué no apostarle a la segunda opción?
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