Por Jesús Michel Narváez
Seguramente recuerda la segunda intervención francesa en México, que fue el segundo conflicto armado entre nuestro país y Francia.
Y seguramente le duele todavía haber perdido la batalla, que no la guerra, de Puebla a manos de aquellos Zacapoaxtlas que, con machete en mano, hicieron correr a los integrantes del más imperial de los ejércitos de tierra.
Seguramente el señor Sarcozy no ha leído la historia y no está enterado de que Francia ya no es el imperio colonizador ni conquistador que dirigió y Napoleón.
Seguramente al señor presidente de Francia no le han informado que el vecino de México se llama Estados Unidos.
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Están las evidencias y las pruebas… están los testimonios y también, por qué negarlo, el montaje ordenado por funcionarios del gobierno mexicano.
Pero más allá de las especulaciones, más allá de las amenazas, más allá de las confrontaciones, el señor Sarcozy está obligado a entender que México tiene sus propias reglas jurídicas, avaladas por la comunidad internacional y en las que nadie tiene derecho a meterse, y menos desde el exterior.
No es válido que el presidente francés, cuya popularidad cae como canica en el tobogán y cuya frivolidad es su carta de presentación, decidiera utilizar el año de México en Francia para defender a una persona que ha sido juzgada y encontrada culpables.
Válida, en cambio, la postura del gobierno mexicano: cancelar todas las actividades del año de México en Francia.
El arrogante presidente francés tiene que entender que el México del 2011 no es el de 1861 y que Francia no es, ni con mucho, el imperio que conquista y destruye.
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