Por Jesús Michel Narváez
¡Otra vez lo mismo!
Los señores diputados trabajaron hasta esta mañana. hasta las 4.20 cuando se levantó la sesión después de aprobar los siete dictámenes que conformaron la ley de ingresos.
¡Y otra vez lo mismo!
Los señores diputados caminaron por el sendero fácil: aumentar impuestos… y dejar de cobrarlos a aquellos que los evaden o los eluden.
El Sistema de Administración Tributaria, el temible SAT, ha demostrado ser un órgano de cobranza excesivamente eficiente… con los causantes registrados… con los otros, los que no tienen RFC, CURP o no están identificados, sencillamente no actúa.
Y los diputados hicieron lo mismo que el SAT: dejar la carga impositiva a los causantes cautivos.
Aplicar nuevos gravámenes al tabaco y a las bebidas gaseosas energéticas… dejar el IVA en 16 por ciento, elevar la estimación del precio del petróleo… a eso se dedicaron los señores legisladores.
No hay planteamientos para recuperar miles de millones de pesos evadidos o eludidos gracias a los regímenes especiales de que gozan las 450 empresas más grandes del país… tampoco nada para que los comerciantes informales, los del ambulantaje que ya suman 13 millones, paguen algo más que el derecho de piso que les cobran las delegaciones en el DF o las presidencias municipales en el resto del país… de suspender los aumentos mensuales a las gasolinas, el gas y el diesel… de eso nada.
Simplemente seguir cargando la mano a quienes por cumplidos, por honestos, por honrados, decidieron darse de alta en el Sistema de Administración Tributaria, el temible SAT.
La ley de ingresos aprobada esta madrugada va más allá de lo que el ejecutivo federal proponía… los señores diputados le incrementaron unos 70 mil millones a lo solicitado.
Viene la discusión en el Senado…
Allí, los congresistas han mostrado desacuerdos y dejan entrever que harán ajustes… ¿a la baja?... ¿al alza?
por lo pronto ya hay ley de ingresos y usted y yo sencillamente nos encogeremos de hombros y tendremos que apechugar lo que los señores diputados decidieron: cobrarnos más por nuestros vicios y necesidades.
¡Ah, la política de san Lázaro!
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