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Distrito Federal, Mexico
JESÚS MICHEL NARVÁEZ, periodista profesional. Ha trabajado en El Universal, El Universal Gráfico; dirigió El Periódico de México y durante 25 años ha prestado sus servicios en El Sol de México y la Organización Editorial Mexicana. Es director general de MISIÓN POLÍTICA y ha formado parte, como asesor externo, de los diputados Arturo Nuñez Jimínez y Emilio Chuayffet Chemor, cuando fungieron como coordinadores del Grupo Parlamentario del PRI.

martes, 23 de noviembre de 2010

Por eso sonreía


Por Jesús Michel Narváez

                                                                                           Archivo
Cuando el 31 de agosto fue presentado en el bunker de la Policía Federal, sonrío…
Hubo quienes describieron la sonrisa cual la de Mona Lisa.
Enigmática, la llamaron algunos.
Y allí estaba… acusado de crímenes brutales… de ordenar asesinatos… de ejecutarlos.
Edgar Valdés Villarreal, conocido como La Barbie, el jefe de los sicarios de los Beltrán Leyva, el que se dice entregó a Alberto Beltrán Leyva, quien murió el 31 de diciembre durante un enfrentamiento con elementos de la Marina-Armada de México en Cuernavaca, mostraba el cinismo: sonreía y confesaba.
Durante un par de días, el ministerio público federal interrogó al sicario.
La Barbie soltaba la lengua… daba fechas, lugares, nombres… confesaba su actividad criminal.
Meses atrás, había conseguido la plaza de Acapulco… desde allí operaba…. cuidando la distribución de las drogas que controlaban los Beltrán Leyva… desde el puerto, acataba las órdenes de matar a fulano… de liquidar a zutano.
En sus declaraciones, confesaba ser un criminal profesional.
Los fiscales anunciaban que la aprehensión había sido por el trabajo de inteligencia que durante seis meses realizaron elementos de la Policía Federal de Genaro García Luna… y que sería juzgado y sentenciado.
Alguien, sin embargo, recordó que Valdés Villarreal era nacido en Estados Unidos… y alguien más expresó que sería extraditado… y la autoridad respondió que tendría que pagar primero aquí, en México, sus crímenes… después, después sería extraditado.
Sin embargo, algo ocurrió: el juez octavo de procesos penales federales en el Distrito Federal Fernando Córdoba del Valle, libró la orden de aprehensión con fines de extradición en contra de Valdés Villarreal.
Y de inmediato el criminal fue trasladado al Altiplano, el penal de máxima seguridad en el estado de México.
La Barbie se irá.
Y en Estados Unidos lo someterán a juicio.
Y en su caso, como el de otros muchos barones de la droga, se convertirá en testigo protegido, que sencillamente denuncian a sus contactos, sus jefes, sus compradores.
Y quedan escondidos… disfrutando de su libertad y de sus riquezas.
A la autoridad estadounidense poco le importa si son criminales de alta monta… los dejan en libertad a cambio de informes.
¿Por eso sonreía Edgar Valdés Villarreal?
Alguien debería explicarlo.
Porque en su momento, el día de su detención no por haberse hecho un trabajo de inteligencia sino por haber rebasado a un convoy de federales, se habló de que había sido la mismísima DEA la que lo entregó.
Nadie ha refutado.
Nadie habla de porqué será extraditado.
Como de costumbre, el silencio será el cómplice del hecho.

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