Por Jesús Michel Narváez
Son temas recurrentes.
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Cada ocasión en que hay una elección, se recuerda que el IFE, a nivel federal, y los institutos estatales, cuando se trata de comicios locales, manipulan los resultados.
Ayer tuve la oportunidad de hacer una exposición sobre el acontecer político nacional frente a un auditorio formado por expertos en comercio exterior y aduanas.
El tema político, por supuesto, no es prioritario para quienes me escucharon.
Sin embargo, conforme avanzaba mi exposición el interés se despertó.
Vino la ronda de preguntas y respuestas.
Y curiosamente dos aspectos fueron los centrales: la reelección de legisladores y la falta de credibilidad en los organismos electorales.
Desde mi perspectiva y refiriéndome a elecciones federales, soy un convencido de que los resultados son del todo legales.
Y sustento mi dicho en que más de un millón de ciudadanos, apartidistas en la mayoría de los casos, son los que integran las casillas en donde usted y yo depositamos nuestros votos.
Poner en tela de duda la honorabilidad, la honestidad, de un millón de ciudadanos nos lleva a derrotar cualquier intento democrático.
Dudar de la limpieza de ese ejército de ciudadanos, es colocar al país y a sus habitantes en un contexto en el que nadie debe confiar en nadie.
No sé si los resultados puedan manipularse.
Tengo la impresión de que no.
Los sistemas tecnológicos que utiliza el Instituto Federal Electoral son de avanzada y habría que recordar que todos los partidos políticos tienen representantes que vigilan en cada casilla, en el centro de cómputo, los resultados.
Hablar de que en México las elecciones son ilegales, como me fue planteado ayer, me parece que es estar fuera de la realidad.
Dudar de la existencia de una democracia, también es irracional.
A lo mejor aún no madura nuestra democracia… pero de que existe, existe.
Hay quienes, por supuesto, no entienden o no quieren entender la esencia de la democracia.
Quienes tienen el poder público pretenden retenerlo aún en contra de la decisión del único que, en efecto, tiene el poder: el pueblo.
Pero ello no invalida ni descalifica la participación del ejército de ciudadanos que cuida, garantiza, cuenta los votos.
La sociedad mexicana madura.
La democracia se arraiga.
Las instituciones funcionan.
¿Por qué dudar de la legalidad en las elecciones, sean federales, estatales o municipales?
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